Coincidiréis conmigo en que adaptar
una obra literaria a la gran pantalla es una tarea muy difícil,
incluso titánica diría yo. Resumir todo un libro de, por ejemplo,
unas 200 páginas en un par de horas, conlleva un trabajo de muchas
horas, dolores de cabeza y decisiones complicadas.
Para los puristas, como yo, los
grandes cambios en las adaptaciones literarias al cine resultan
molestos, puesto que tienden a romper con el libro en que se basan.
Si, como decía, resulta difícil
resumir 200 páginas en un par de horas, podemos hacernos a la idea
del nivel de dificultad que implica realizar una película sobre un
superhéroe de cómic.
Y es que, mientras en un libro
tenemos un principio y un fin limitados por el número de páginas
que contiene la obra, en el cómic no existen esos límites. Un gran
héroe de cómic no se desarrolla en un único número, sino que a lo
largo de años y miles de números el personaje va evolucionando,
madurando, intentando siempre mantener la actitud y las
características que le hicieron popular desde su aparición.
Spiderman nace de la mente y manos de
Stan Lee y Steve Ditko el 10 de agosto de 1962. Puedes pronunciar la
palabra Marvel y seguro que todo el mundo la asociará con Spiderman,
dado que sin duda alguna es el personaje más representativo de la
editora de cómics americana. En más de 50 años de historia, este
personaje ha vivido cientos de aventuras (algunas con mejor fortuna
que otras) conservando siempre el sello que le caracterizó; dosis de
acción, reflexiones sobre la vida de Peter Parker y unos chistes muy
peculiares.
Desde pequeño, Spiderman ha sido
siempre mi superhéroe favorito. He leído cómics, visto series,
coleccionado pegatinas, muñecos, jugado a videojuegos y fantaseado
con ser el trepamuros mientras daba brincos por casa y me estampaba
contra las paredes.
Cuando en 2002 se estrenó la primera
película de Spiderman de la era moderna (no olvidemos que ya hubo
otra película décadas antes) me alegré muchísimo. Durante mucho
tiempo había soñado con que hicieran una adaptación al cine de mi
superhéroe favorito y por fin se habían decidido a llevarla a cabo.
He de decir que sigue siendo una de mis películas de superhéroes
favoritas, a pesar del desastre que, en mi opinión, resultaron las
dos siguientes películas que configuran la saga de Spiderman
dirigida por Sam Raimi.
Supongo que habrá quien piense que,
y en esto coincido, la adaptación fue muy libre en algunos aspectos
(como que Peter Parker no construye el lanzaredes, sino que las
telarañas salen de sus muñecas), pero detalles a parte, creo que la
primera película cumple con las expectativas y refleja de forma
bastante fiel la imagen que tenemos del mundo de Spiderman.
Aun viviendo en New York, no suele
representarse a Spiderman como un héroe oscuro, en una ciudad donde
el crimen se expande sin control y la ley no funciona. Nuestro héroe,
contra viento y marea, ofrece siempre la cara más divertida del
cómic mientras se debate entre cuestiones de su vida (como su amor
por Mary Jane) y otros menesteres (como la unión con otros héroes).
Sea como fuere, esta primera película
de Spiderman con tecnología moderna supone el comienzo de una nueva
era en cuanto a la producción de películas de héroes de cómic.
Marvel fue la primera en lanzarse a la piscina y probar a trasladar a
su personaje más representativo a la gran pantalla, con un éxito de
taquilla más que patente.
Si Spiderman de Sam Raimi supuso el
pistoletazo de salida para la nueva generación de películas de
cómic, coincidiréis conmigo en que la segunda película que vuelve
a redefinir la relación entre el cómic y el cine es sin duda Batman
Begins. En este caso, al igual que con Spiderman, se pretende iniciar
una nueva saga de películas basadas en una de las figuras más
importantes del cómic, como es Batman.
La diferencia en este caso, creo, es
que mientras que para la saga de Batman su director, Christopher
Nolan, tenía claro el principio y el final de la misma, en Spiderman
no pasó lo mismo. Así, nos encontramos con una historia
autoconclusiva (o al menos eso se pretende) en la saga de Batman
mientras que en la de Spiderman daba la sensación de haberse
convertido en una serie interminable de películas condenadas a su
aparición directa en videoclubes.
Como venía diciendo, la saga de
Batman supone subir aún más el listón a la hora de producir
películas de héroes de cómic, listón que creo que sólo se ha
visto superado por la reciente Los Vengadores de Marvel.
Y aquí llegamos a la película que
hoy comento. Apenas 10 años después surge la idea de reiniciar la
saga de Spiderman con la producción de Sony (recordemos que salvo
Spiderman, el resto de adaptaciones de personajes de Marvel correrán
a cargo de Disney). Cuando se anunció el rodaje de la película las
primeras voces de alarma se hicieron oír. ¿No es demasiado pronto
para reiniciar la saga?¿Superará a la saga anterior,
considerada por muchos como muy floja?
Sobre la primera cuestión podríamos
debatir largo y tendido, pero me atrevo a afirmar que este reboot
se ha llevado a cabo para intentar luchar contra el dominio de la
saga de Batman como películas de cómic por excelencia. Para ser
sincero, cuando me enteré de esta nueva entrega de mi superhéroe
favorito no pude sino alegrarme, pues consideré que era una buena
idea devolver al trepamuros a la gran pantalla y además con un
enemigo clásico, como es el lagarto.
Claro
que, tras ver la película, mi gozo se vio hundido en un pozo muy hondo, dejando en mi interior una sensación de vacío
y desconcierto al ver cómo el buque insignia de Marvel hacía aguas
por todos los lados...